RESUMEN:
Un día en que me dirigía a la canoa, descubrí en la arena las huellas
de un pie desnudo. La impresión hizo que me detuviera en seco, como si
hubiera sido alcanzado por un rayo o hubiese visto algún fantasma. Miré
hacia todos lados, pero no vi ni oí nada. Trepé a un pequeño promontorio
para otear más lejos, bajando luego y encaminándome hacia la playa,
pero tampoco conseguí avanzar en mis observaciones. Regresé otra vez al
lugar del espantoso descubrimiento, con la esperanza de que mis temores
resultaran infundados, pero torné a ver las huellas precisas de un pie
descalzo: los dedos, el talón y demás detalles que conforman la planta
humana.
Desde ese momento no sabía yo qué pensar ni qué hacer. Corrí a mi
fortificación sumamente turbado y mirando hacia atrás a cada momento,
tomando por hombres las matas que encontraba. Mil ideas locas y
pensamientos extravagantes acudieron a mi imaginación mientras duraba la
huida hacia mi casa. Llegado a ésta penetré con la precipitación propia
de un hombre acosado por las fieras, y ni siquiera puedo precisar si
trepé por la escala o por el boquete practicado en la roca. El pánico
que se apoderó de mí no me permite recordar los detalles de tan
precipitada fuga. No creo que jamás zorra alguna se refugiera en su
madriguera con mayor espanto que el mío al hacerlo en mi castillo,
nombre éste con el que lo seguiré llamando en lo sucesivo.
De más está decir que aquella noche no pude conciliar el sueño.
Espantosas ideas conturbaban mi mente y visiones horripilantes me
mantenían en un estado de extrema excitación. ¿Qué hombres habían dejado
la huella que acababa de descubrir? Seguramente que no podían ser otros
que los salvajes del continente, arrastrados tal vez en sus canoas
hasta la isla por vientos contrarios o por alguna corriente violenta.
Al mismo tiempo que se agolpaban en mi imaginación tales ideas, daba
gracias al Cielo por no haberme encontrado en dicho lugar de la isla y
por haberse librado mi canoa de sus miradas, lo que indudablemente los
habría inducido a buscarme hasta dar conmigo. Estas últimas dudas me
preocupaban y mortificaban cruelmente, pues pensaba que de no ser así
pronto los tendría de regreso y en mayor número, dispuestos a
asesinarme, o, en el mejor de los casos, si escapaba con vida,
destruirían mis plantaciones, se llevarían mi rebaño y me vería
condenado a morir de hambre.
Cierta mañana en que aún me encontraba en cama, atribulado con
semejantes ideas y sumido en la mayor tristeza, acudió a mi memoria el
siguiente pasaje de la Sagrada Escritura: "Invócame en el día de la
desgracia, y yo te libertaré y tú me glorificarás". Reconfortado con la
nacida promesa, no sólo me levanté con el ánimo mejor dispuesto, sino
resuelto a pedir a Dios mi liberación con los más fervientes ruegos.
Concluidos éstos, tomé la Biblia y, al abrirla, mis ojos se encontraron
con las siguientes palabras: "Piensa en el Señor y ten ánimo, que El te
fortalecerá el corazón". Desde ese momento sentí un enorme alivio y se
desvanecieron mis temores, llenándose mi alma de agradecimiento por la
divinidad.
DATOS DEL AUTOR:Daniel Defoe fue un escritor, periodista y panfletista inglés, mundialmente conocido por su novela Robinson Crusoe. Nació entre 1659 y 1661, posiblemente el 10 de octubre de 1660, en las cercanías de Londres (en St. Giles Cripplegate o en Stoke Newington). Falleció el 24 de abril de 1731. Defoe es importante por ser uno de los primeros cultivadores de la novela, género literario que ayudó a popularizar en Inglaterra y que le valió el título de "Padre" de todos los novelistas ingleses. A Defoe se le considera pionero de la prensa económica.
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